Hoy hace una semana que mi móvil sonó y al descolgar oía lo
que imagino que más de una persona deseó oír en aquel momento:
“Mamá, ¿has visto lo
que está pasando ?, Tranquila eh? Hoy no trabajo, estoy en casa”
Y es que mi hija por una carambola de destino cedió su tarde
a una compañera y no estuvo trabajando en esos metros cuadrados, donde, en
manos del fanatismo, el caos el horror y la muerte lograron ser dueños y
señores del lugar.
Aquella tarde, el teléfono fue el canal por donde nos
comunicamos unos con otros, avisados desde los canales oficiales que era mejor
non salir de casa, desde donde sólo se oían las hélices de los helicópteros, y
las sirenas de las ambulancias y los coches patrullas.
Hablamos con nuestra familia la de fuera por saber cómo estábamos
aquí nosotros para saber si por casualidad habían venido a la ciudad.
Y luego hablamos con nuestra “otra “ familia, esa con la que
compartimos horas y horas vestidos de blanco. Los grupos de WhatsApp sirvieron
para saber que estábamos todos bien, y para animar a quien sí tenía a alguien
por allí. (la de emoticonos que se enviaron a las doce de la noche cuando Loli
dijo que ya podía ir a recoger a su hija!. No hacían falta palabras)
Y preguntar a las que estaban trabajando como irían a casa (la
salida no se presentaba fácil).
Fueron horas de constatar el poder de las RRSS, de ver
realmente su cara A y su cara B.
Reconociendo los bulos (el morbo del ser humano peca de un
ingenio malsano) y agradeciendo la impecable información de las fuerzas de
seguridad y de los servicios de Emergencias de Catalunya.
Es en situaciones como las que hemos vivido en Barcelona, en
las que los sentimientos de vulnerabilidad afloran por todos los poros. Palpar
tan de cerca la posibilidad certera de la pérdida de un ser querido, de una
forma tan brutal, es algo para lo que nadie está preparado.
Algo que te afecta en la distancia que da la cabecera de un
Telediario o la portada de un Periódico, de golpe lo puedes tocar con la punta
de los dedos, y eso te deja un frío por dentro que no es tan fácil de sacar…
Al día siguiente tocaba volver al trabajo, a la rutina.Una rutina en cierto modo ficticia porque a cada momento se hablaba de lo mismo, se estaba pendiente de cualquier novedad.Pero era necesario seguir y en nuestro caso de verdad porque quien nos esperaba en las camas del Hospital seguia su proceso y necesitaba de nuestros cuidados igual que el dia anterior.
Dolor, rabia, miedo, sentimientos humanos que todos y cada
uno hemos sentido en u otro momento, por nosotros, por nuestra familia, amigos,
compañeros. Pero no hemos dejado que sobre ellos se recupere el ritmo de
Barcelona.
Barcelona es color, diversidad, movimiento, luz, innovación,
libertad, nunca baja la cabeza, y no va a empezar ahora.
Podían haber surgido diferentes voces o lemas después del día
17, pero al final surgió tal vez el que más coherente era con la ciudad #NotincPor.
Estas tres palabras contienen no sólo una intención sino una
declaración. Porque quien desnude a mi ciudad le va a encontrar muchas y viejas
cicatrices. Es la cuarta vez que la hieren y será la cuarta vez que se
recuperará.
Claro está que hemos tenido miedo.
Iluso quien no tenga miedo ante la amenaza clara y tangible
de una muerte imprevisible.
Iluso el que no tenga preocupación por el poder de la
manipulación perversa sobre las personas en una edad tan vulnerable.
Pero cierto es que ser de Barcelona te hace amar a tu
ciudad, querer defenderla, como ya lo hicieron en el 985, por primera vez, y sobre
todo volver a avivar su alma.
Aquel día, los primeros en llegar a las Ramblas, fueron las
unidades del SEM. Desde el primer minuto estuvieron actuando, organizando, derivando,
y a la vez consolando, calmando, dando la mano…y no sólo ellos enfermeros de las unidades de los Bomberos a los que a veces pareces que nadie recuerda.
Y al lado de ellos enfermeros de calle que estando allí se
quedaron a hacer lo que saben, curar y cuidar.
Porque esta es la esencia de mi ciudad ante un peligro,
unidad, solidaridad, y hacia adelante.
De toda la información que recabaron quienes vinieron, eso
lo obviaron. A Barcelona no se la puede hundir, ya su antepasado Almanzor lo intentó
y aquí estamos.
Seguim endavant !
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